Salgo, camino, pienso. Mi cara se arruga, escondo el temor en una bolsa oscura llena de helio que no deja de revolotear por mi pecho.
Me bajo, me subo, duermo, evito, duermo, no lo logro evitar, llego y lo enfrento. La bolsa sigue revoloteando.
Mi cara dice si, mi cuerpo no sabe que decir, mis ganas intentan huir y no las dejo. Dejo de ser y soy.
Mi cara sigue pretendiendo que todo funciona, mi cuerpo ya se mueve por inercia y las ganas se pelan entre ellas sobre quien debe tener el privilegio de huir primero.
Subo, duermo, evito, duermo para seguir evitando.
Sigo evitando por días y días mientras la bolsa negra sigue llena y las ganas huyen paulatinamente.
Hoy mi pecho recuerda que sabe escribir entre mojado... cuánto lo extrañaba!